La mujer que él ama
La mujer que él ama no tiene calendario,
nace y muere en la esclavitud de cada abrazo.
No necesita juncias ni laureles.
Solo dormir en el hueco de su garganta,
desordenar las entrañas
y echar al vuelo las campanas del alma.
Sentir la libertad en el encaje de su boca,
desabrochar el delirio a tientas.
La mujer que él ama no necesita rúbricas ni cadenas.
Solo un puente blanco hasta el sur de sus piernas.
Olvidar el trayecto seguro
y recorrer a ciegas los orígenes de su llanto.
Pasear despacio por los ríos de sus manos
y ahogarse en el dulce naufragio.
La mujer que él ama no necesita himnos ni herencias.
Solo renovar con la lengua ilesa la vieja alianza.
La mujer que él ama no tiene calendario,
nace y muere en la esclavitud de cada abrazo.
No necesita juncias ni laureles.
Solo dormir en el hueco de su garganta,
desordenar las entrañas
y echar al vuelo las campanas del alma.
Sentir la libertad en el encaje de su boca,
desabrochar el delirio a tientas.
La mujer que él ama no necesita rúbricas ni cadenas.
Solo un puente blanco hasta el sur de sus piernas.
Olvidar el trayecto seguro
y recorrer a ciegas los orígenes de su llanto.
Pasear despacio por los ríos de sus manos
y ahogarse en el dulce naufragio.
La mujer que él ama no necesita himnos ni herencias.
Solo renovar con la lengua ilesa la vieja alianza.
Me encanta
ResponderEliminarEste poema me hace temblar
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué bonito emoción, Antonio. Un abrazo
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