jueves, 30 de junio de 2016



El tiempo ha muerto en una azotea.
La eternidad del ahora
salva todo el ayer
en el justo instante que se revela
inmutable
la propiedad de lo que amas.

Vine de más abajo que tu
de donde la vida olvidó
su destino de fuerza vibrante.

Trepo a otros aires
en un cuerpo de mujer
desnudo de verso.

El sol se pone en mis labios.
Huelo a puesta de sol
si el río ahoga una antigua zozobra
y la boca húmeda
se viste de puerto.

Entra la brisa en mis pulmones
y funda un paraíso de aire.
Y por mi sonrisa,
inexplicablemente inocente,
se asoma la inmortalidad
de una mirada,
toda piel.

Muere el tiempo en esta azotea
donde vuelo a mi.


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