jueves, 24 de marzo de 2016



Grave, lenta...
Por un instante, la vida depende
de un silencio que estalla.
¡ Qué franca la piel encendida en su propia brasa!
Cuando las palabras de tierra cimbrean en la hoguera, 
un pecho libre se despoja de rabia y vuela hasta su saliva.
Grita la desnudez su blanca nube de esencia.
Campos terrenales de excrementos y orinas 
se trillan de jazmines y mares
y una fecunda riqueza envuelve de tibio sudor la mano que acaricia.
Tierno y febril es el polvo que mastico
y trago como efluvio eterno de vida.
En este resplandor de danza agonizante, 
la muerte llora sola por los rincones. 

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