martes, 18 de julio de 2017



Desde mi corazón 
sube sin permiso un grito púrpura 
de heridas trasnochadas.

Ya no me defiendo.

Apenas detiene un latido
que cruje tímido
como el viejo sonido de un campanario.
Un olor a polvo del camino y frutos marchitos
se sumerge en la piel
de mis párpados.

Y no me defiendo.

Hace tiempo que mi mirada
recorre la luna
como el vuelo ligero de un pájaro.
Tengo los senos estrellados,
el resplandor de los jazmines en el pelo
y la brisa de una boca
que me espera en el beso.

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miércoles, 12 de julio de 2017




De la piel al alma
no me besa ninguna boca.
No hay manos que conjuguen 
los elementos quebrados
de mi garganta.
Solo el aire se siente obligado a conocer
cada estado de la añoranza.
Llueven lunas rectas
como espadas sin cintura,
caminan las flores
con zapatos desgastados
sobre la arena,
en un cordel se seca al viento
la palabra.
Con tan poca cosa
construyo un sueño rojo seda
con el que mi corazón se cubre
para silbar,
necio,
primaveras.
Nunca,
lejos de tu risa,
han nacido amapolas.

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El tiempo es un clamor porque te amo,
existo mientras recuerde tu boca.
En severa genuflexión
se inclina mi vida con palabras nombrables
ante la estación núbil
de tu culo,
y en la curva de sus pétalos yo muero
sin dejar testigos que me lloren.

Quiero palpar la anatomía de tu nombre, Lorena,
bajar a tus pies
donde se abren las nubes
que su lluvia sea la piel de mi saliva.
Pasear por el idioma de tus glorietas,
único paraje dónde seré recordado.
Morder como un loco
el tiempo clamoroso de tu sexo
y beberte hasta emborrachar mi voz
declinando sin rubor cada jadeo.

Respirar los pinos en el viento de tu pecho, redondo como un mundo.
Sacar las sombras de la cueva,
y que se cierren otras puertas,
para que mude el mundo a tu paso,
que se calle el lorito del primero.
Callemos las voces.
Silencio
para estar de nuevo entre los vivos.
Lavar a Lázaro
y que tu cuerpo sea el único misterio.
Mirarlo y no entenderlo.


Suso Torriente y Keka Conesa

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