lunes, 28 de noviembre de 2016



La soledad fue mía antes de ti
y sin embargo eras
antes de las estaciones.
Te nombro desde el origen, callada,
invocando tus párpados y tus días.
Estabas en la esencia del destino
en los castaños rojos del otoño infinito
en la arena tempestuosa del desierto amarillo.

Amé distante la forma circular de tu vacío
y nació en mí la palabra ardiendo.

Deja que te acompañe en la tierra.
Conoces mi corazón estrellado
cada fragmento de mi alegría.
Conoces el diámetro del hilo
con el que están cosidas mis grietas.
El sabor a ciruela de mi boca
y mis manos de pan tierno.

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viernes, 25 de noviembre de 2016





Bajo por tus piernas de centímetros abrasados
a disputar en el hueco de tus rodillas todos los puntos.
Lento, escalo en obstinado viaje hacia tu isla sin redes,
olvido entonces cada noche de derrota.
No saldré nunca de tu mirada arohanui;
cerca de tus ojos, latidos de waiata fracturan cimientos de un tiempo muerto.
Estar en ti es bailar sin camiseta sobre los inviernos
sembrar lo perdido de abrazos
tener en mis manos el mundo lavado en un rectángulo.
Orillas los minutos y venzo una y otra vez en campo contrario.


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martes, 22 de noviembre de 2016

Todo lo que me diste,
las grandes alas de música
la vida secreta del agua,
crecen en lo más alto del Monte Cook.
Allí, la tierra soñolienta se peina
recordando las notas de tu waiata.

Solo fui inquilina del viento
entre tus ojos negros.
No supe descifrar el camino de la lluvia
y perdí las llaves de todas las islas.

Se abrió el mar,
se abrió la arena
en la huella de tus pasos.
Sin
calles ni puertas,
con tu corazón invencible y el mío devorado,
dejaste un último beso arohanui
entre las raíces oriundas de las hayas.

Todo lo que me diste,
las grandes alas de música
la vida secreta del agua,
crecen en lo más profundo de mi cielo,
negro como tus ojos.

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lunes, 14 de noviembre de 2016


Ya no me pesa 
la lágrima de piedra de la luna, 
ya no me pertenece la duda.

Ya tengo tus manos
que apartan sombras
para llegar a mi reino.
Ya tengo la risa salada de los océanos
la herencia perfumada de las flores
la semilla del sendero.

Ya no me pesa
la piel roja del mundo,
ya no me pertenecen los segundos.

Ya tengo tus brazos
que apartan cenizas
para sembrar naranjos en mis sueños.
Ya tengo la suave dulzura de los vientos
la primavera profunda respirando
el círculo alegre de un vuelo.

Ya no me pesa la vida.
Ya tengo tus ojos,
párpados de agua y tierra
para nacer y morir desnuda
frente al silencio olvidado del tiempo.

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sábado, 5 de noviembre de 2016



La noche es más azul
cuando duermo
dentro de tus manos.
Abres la puerta de la estrella polar
y en su corona
cuelgo la ropa.

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