sábado, 21 de mayo de 2016



Otra vez tú, 
besando tristemente la febril penumbra
viviendo encerrado en una gota de tormenta.
Ya no hiere la espina de la disculpa
bisutería cosida a una boca sin brisa.
No hieren las flechas esquivas de la memoria
solo hay dolor en la venda que cubre los ojos de las estrellas.

Renuncias a lo más tuyo
con esa pena de abandonar lo que se ama
la ávida lengua que alumbra la cama.

Sin anillos, sin orgasmos, sin poemas
tu sangre se derrama por el escenario yermo de los peñascos.
Ya no habrá representaciones de cuerpos blancos
mas retumbarán en tus sueños como ecos
de un soberbio anfiteatro clausurado.

Viste y no creíste.
Y el ojo de dios se cerró
como el objetivo de una cámara.

Tu piel no renacerá 
en el milagro de la temblorosa hierba.
Nadie capturará ese instante, inefable;
un millón de años encapsulado en el alma.

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