sábado, 21 de mayo de 2016



Otra vez tú, 
besando tristemente la febril penumbra
viviendo encerrado en una gota de tormenta.
Ya no hiere la espina de la disculpa
bisutería cosida a una boca sin brisa.
No hieren las flechas esquivas de la memoria
solo hay dolor en la venda que cubre los ojos de las estrellas.

Renuncias a lo más tuyo
con esa pena de abandonar lo que se ama
la ávida lengua que alumbra la cama.

Sin anillos, sin orgasmos, sin poemas
tu sangre se derrama por el escenario yermo de los peñascos.
Ya no habrá representaciones de cuerpos blancos
mas retumbarán en tus sueños como ecos
de un soberbio anfiteatro clausurado.

Viste y no creíste.
Y el ojo de dios se cerró
como el objetivo de una cámara.

Tu piel no renacerá 
en el milagro de la temblorosa hierba.
Nadie capturará ese instante, inefable;
un millón de años encapsulado en el alma.

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miércoles, 11 de mayo de 2016




Me gustaría explicar por qué mi cuerpo se detuvo en el suyo.
Diseccionar las emociones a lomos del tiempo
y liberar el segmento de extremas miradas.

Aún sangro
pero no he llegado hasta aquí
para tomar precauciones.

Mi cuerpo se detuvo en el suyo
porque su boca tapó el cartel
de propiedades en venta
y sacó uno a uno
los demonios de mi despensa.

Cuando me miraba
había una niña que se salvaba
una palabra que se fugaba y se casaba
una ciudad que aliñaba los cabreos con melaza.

Es porque sus manos
recogían mi corazón de las aceras
lo vestían de luz y le cantaban poemas.
Es porque jugó a ciegas
entre los estantes de la biblioteca
hasta encontrar mi risa olvidada.

Cuando me besaba
el Universo era la única cuesta de su espalda
dos lenguas desmayadas en una llama
la historia del mundo sin manzana.

Cuando me tocaba
la sangre era un rebaño de campanas
los soldados desenfundaban su munición de palabras
y el único cuerpo a cuerpo mortal
era el de su ombligo desafiando al mío.

Es porque entre sus piernas
tiré ropas y pena
y viajé libre y con lágrimas
al centro inmóvil de la ternura.

Aún sangro
pero no he llegado hasta aquí
para cerrar la herida.
La golpeo cada día
para conservar la huella de su paso.

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miércoles, 4 de mayo de 2016





En el ángulo imposible donde se ahoga el fracaso
me siento bajo la sombra de la luna
como la niña con ojos de tormenta
que se mira al espejo
y no se salva de la nada.

Vivo para saciar el infatigable fuego del vacío.

Me pongo mi traje de olas
y dejo que me hiera por exceso la hermosura.
Por el camino de las enredaderas
atravieso en silencio el puente
que da al océano
donde solo muere lo salado.

El silencio tiene tantos olores
que aceleran los deseos.

Quiero abrazar una mano
y correr sin piel
al rítmico placer del descubrimiento.
Salir del escondite y volver.
Y aprender de memoria
el cuerpo sosegado de la luna
y cantarle su canción a los infiernos
y reventar el verso.

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