lunes, 2 de enero de 2017



Dejo reposar una a una mis vértebras
en la libre plenitud de sus labios.
Respiro su voz,
su pelo cubierto de luz,
el temblor solemne de sus raíces.
Desembotella la alegría
y permanezco,
como flor sin tiempo,
invocando el olor a tierra fértil.
Ebria en la urgencia del encuentro
se desnuda en la penumbra
la verdad tan esperada.
Me da su mano
y me nacen pies
para quedarme.

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