viernes, 25 de septiembre de 2015

Renacimiento

Revoco las manchas de mi cuerpo dejadas por alguna sabandija del pasado.
Y purificada, desnuda, virginal, inicio tu descubrimiento.
Cojo aire.
Me lanzo por el despeñadero de tu boca y buceo por tu garganta con el
ímpetu del aguacero.
Ya estoy dentro.
Nado de puntillas por la suave marea de tu febril pecho y, apoyada en él,
me acelero con la aceleración de tus latidos.
Avanzo.
Busco refugio en la calidez de tu ombligo arqueado y lo rodeo a brazadas
cortas con escaso aliento.
Entre tu silencio y el mío, contenidos, alcanzo el pubis sin demora. Ya sin
aire.
Me muero, me matas.
Una última bocanada, y tus manos ávidas me atrapan y me llevan sin demora
por el camino inverso.
De vuelta al despeñadero de tu boca, aspiro tu aroma, respiro profundo,
a salvo del naufragio.

Entre oleadas, tú gobernando, yo renaciendo...
¡Echa el ancla, barquero! Quiero vivir en éste mar nuevo.

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