Si no fuera porque tus labios
dibujan algodones en la tormenta
y arrastran a su cauce la nieve desbocada;
si no fuera porque tu piel despojada
se abraza a la piedra dócil
y secretamente desmenuza los rayos que me alcanzan;
si no fuera porque tus manos
cercan mi ruinosa y mortal morada
y abren caminos de arcilla al alma,
yo amaría la sombría noche de los vientos
donde la ternura se esconde tras un ventanuco desnudo de luna.
Cómo abrirían entonces las flores sus párpados,
cómo se llenarían los vasos de relatos.
En qué lecho arderían mis huesos,
dónde encontrarían la gloria;
dónde el nido otoñal de tus ojos,
luz de candil para los míos,
si no fuera porque te espero.
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