
Saluda con su risa blanca
a los hombres y sus cuestas.
Canta por su boca
el estribillo del viejo aguador
y los pozos olvidan su oscuridad impenetrable.
Abro mis manos de vino, de tierra, de ternura,
y el viento los esparce
construyendo la alegría.
Recorremos juntos los ojos de miel
que reparte el día,
y la noche encendida.
Duerme a mi lado el viento
soplando las velas.
Crecen como las copas
aromas nuevos de jabón y uva madura.
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