lunes, 8 de mayo de 2017

El vino solo es vino
en el murmullo ronco de tu boca,
en este altar delirante 
de ropas deshabitadas.
Amas la extensa belleza de mi vacío, 
amo tu corazón con sus raíces húmedas. 

Entre nosotros dos
la cólera del viento se desgrana 
en la quietud de una fatiga fértil, 
en el rumor de ola agónica 
que vierte la libertad conquistada 
en mi vientre.

Paseamos sin prisa por el futuro 
de nuestras manos nocturnas,
dóciles a los climas de las caricias.

Vienes a nacer en mí,
y nacemos bajo la pólvora.
La muerte es solo la paz lenta
de los latidos. 
Ya no nos pertenecen.
Profeso tu cultura de pasión sostenida,
tú el incendio de mi garganta 
en cada partida.
Vuelves siempre a la latitud secreta
de mi pensamiento,
como una flor anticipada.

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