El miedo fue tu camino
para bajar a la vida,
apartar la tierra
y desgarrar todo el aire libre
para oler el trigo de mi risa.
Te soñé,
gladiador y derrotado,
despeñando con tu cuerpo fatigado
la ciega espesura,
abrazando la inocencia de una amapola
con la fuerza perdida.
Te soñé,
dulce y salado,
entre las aguas de los estuarios,
gritándole a la lluvia,
amando su canto.
De nube en nube, te soñé.
Se abrió la pena desnuda,
se abrió un aullido
como el gemido de una estrella.
Y la luz se hizo dócil fruta,
las piedras
jugosas aceitunas;
se cubrieron de polen y abejas
mis páginas.
La tierra te conoce.
Bajo su seda temblorosa,
de beso en beso,
ya recorro su hermosura.
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