Yo fui cimiento,
mar desnudo de sal
en el quebranto de dos cuerpos,

y en las manos
el sello de los huecos.
Fui luz
en el aroma breve del tiempo,
golpe dulce de viento
en la primavera de mancillado esplendor,
el pan que alimenta al naúfrago de sueños.
Yo fui sol,
caricia que sacude
la fugaz melancolía de las nubes,
corazón y pies extensos
de un fugitivo beso,
la esperanza que rompe en flor
en el huerto.
Yo soy simiente de palabras
no nacidas aún en tu boca,
unos ojos de tigre oteando
el susurro del aire en tu voz,
arcilla mojada en tus brazos urgentes.
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