La soledad fue mía antes de ti

antes de las estaciones.
Te nombro desde el origen, callada,
invocando tus párpados y tus días.
Estabas en la esencia del destino
en los castaños rojos del otoño infinito
en la arena tempestuosa del desierto amarillo.
Amé distante la forma circular de tu vacío
y nació en mí la palabra ardiendo.
Deja que te acompañe en la tierra.
Conoces mi corazón estrellado
cada fragmento de mi alegría.
Conoces el diámetro del hilo
con el que están cosidas mis grietas.
El sabor a ciruela de mi boca
y mis manos de pan tierno.
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