domingo, 14 de febrero de 2016



Una luz, una brisa, un suspiro.
Maté lo pequeño
por regresar a mi muchedumbre de hábitos sin gloria.
Yo, que del abismo fundaba un deseo
yo, que liberaba los cuerpos de sudarios
para velarlo todo
desde un pétalo a unos brazos.
Mi sangre se coagula en esta luna sin anillos.
Lamo el hueco de mi celda
donde las palabras suenan a lluvia.
Tiemblo.
La noche quiere amanecer
en el silencio rutinario en que ardo
y ni una legión de dioses puede aquietarme como tu olor
voraz de tierra mojada.
El viento medita
sobre el anhelo estéril de no morir
y yo muero por morir besando atropelladamente en la boca
a la primavera.
¡Cómo se amaban nuestras risas de amapolas!

0 comentarios: