Vuelves a casa.
con la fiel belleza que amas.
No hay cielo para el desánimo
ni llave para la soledad.
Y recuerdas en la luz de lo lejano
que, tras el llanto, siempre amaneció otra esperanza
dibujada en las paredes de sus entrañas.
En la butaca desgastada
enterré los amores lánguidos
y la abandoné para emprender
nuevas batallas del corazón.
Mi casa son labios sin hielo,
mariposas de recuerdos.
Y un vientre materno con lamentos.
No hay esqueletos en la mesa alegre
que se viste estrellada
en torno a un mosaico de vida y de palabras.
La luna surge plena, cantan las campanas,
en sus ojos encarnados
cuando vuelves a casa por Navidad.
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